Carlota de Bélgica, nacida como María Carlota Amelia Agustina Victoria Clementina Leopoldina en 1840, fue una princesa que parecía destinada a grandes logros. Hija menor del rey Leopoldo I de Bélgica y la reina Luisa María de Orleans, creció en un ambiente lleno de lujos y atenciones.

Carlota, la favorita de su padre, fue educada con el mismo rigor que los varones de la familia real, recibiendo una formación sólida en política, filosofía, historia, arte y geografía. Su inteligencia y madurez destacaron desde temprana edad, y su sueño de reinar algún día parecía plausible dada su nobleza y formación.

A los 16 años, Carlota se enamoró perdidamente de Maximiliano de Habsburgo, un joven archiduque austríaco que visitó la corte belga en 1856. Aunque su padre inicialmente dudó, ya que Maximiliano no era heredero directo al trono, Carlota logró convencerlo de que se casara con él. El matrimonio se celebró en 1857, pero fue ensombrecido por la tragedia: el emperador Francisco José de Austria y su esposa Sofía no asistieron debido al luto por la muerte de su hija.

Al principio, la relación entre Carlota y Maximiliano parecía ser armoniosa, pero con el tiempo, se evidenció que la felicidad de la joven emperatriz era frágil. Maximiliano no solo tenía un gran amor por su esposa, sino que, además, estaba profundamente afectado por su falta de descendencia. A pesar de su amor por Carlota, estaba obsesionado con María Amelia, una princesa brasileña fallecida, y no podía olvidarla, lo que agravó las tensiones dentro del matrimonio.

 

Charlotte of Belgium - Wikipedia

Sin embargo, el destino de Carlota dio un giro inesperado en 1863, cuando, en medio de la crisis política y económica de México, Napoleón III de Francia invitó a Maximiliano y Carlota a tomar el trono mexicano. Los conservadores mexicanos, deseosos de una monarquía católica, firmaron un acuerdo con Napoleón, y Carlota, decidida a ser una gran emperatriz, convenció a su esposo de aceptar la oferta, a pesar de las dudas de su familia.

La llegada de la pareja a México, en 1864, no fue la bienvenida que esperaban. El pueblo no los recibió con entusiasmo, y pronto descubrieron que su reinado sería mucho más complicado de lo que imaginaban. A pesar de ser respaldados por la Iglesia y los conservadores, sus políticas progresistas, como la abolición del trabajo infantil y la educación pública, generaron fricciones con aquellos que los habían colocado en el poder. A su vez, las tensiones con la República de Benito Juárez se intensificaron.

Mientras Maximiliano tomaba decisiones importantes para mejorar el bienestar de la población, Carlota asumió el rol de regente en su ausencia. Se convirtió en la primera mujer en gobernar de facto México. Su legado en este período incluye la construcción de ferrocarriles, la instalación del telégrafo, y un enfoque en la caridad y las artes. Sin embargo, la situación política empeoraba con la retirada de las tropas francesas y la creciente oposición republicana.

Carlota de México: quién fue la emperatriz y primera gobernante del país (y  qué legado dejó) - BBC News Mundo

La crisis culminó en la derrota de Maximiliano, quien fue capturado y ejecutado por el ejército republicano en 1867. La noticia de su muerte fue devastadora para Carlota, quien cayó en una profunda depresión. A partir de ese momento, su salud mental se deterioró rápidamente. En 1866, Carlota había viajado a Europa para pedir ayuda a Napoleón III, pero al no recibir el apoyo esperado, su cordura se desplomó. Durante un encuentro con el papa Pío IX, la emperatriz mostró signos de paranoia y delirios, convencida de que la habían envenenado. Esta es una de las teorías sobre el origen de su locura: algunos sugieren que, al buscar un remedio para su infertilidad, Carlota habría sido envenenada por una curandera, lo que podría haber causado su colapso mental.

El trastorno mental de Carlota la llevó a una vida de reclusión. Tras su regreso a Bélgica, fue encerrada en varias residencias, incluido el Castillo de Bouchout, donde pasó más de 50 años. A lo largo de su encierro, Carlota nunca se recuperó completamente, viviendo en un estado de permanente angustia, a menudo hablando sola y refiriéndose a sí misma como “la emperatriz”. Finalmente, murió de neumonía en 1927, a los 86 años, 60 años después de la ejecución de su esposo.

El caso de Carlota es una de las tragedias más impactantes de la historia europea y mexicana. Desde su juventud prometedora hasta su caída en la locura, la vida de Carlota de Bélgica es un testimonio de los desafíos que enfrentó en su intento de ser una gran emperatriz y los trágicos giros que marcaron su destino. Su historia ha quedado grabada en la memoria colectiva como un ejemplo de amor, ambición, sufrimiento y desesperación.